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Mostrando entradas de agosto, 2019

SOLO.

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Mitigo en la cama la necesidad de moverme, sin embargo, la velocidad del tiempo me obliga a aplastarme cada vez más en la red de sábanas que tejí en la impaciencia de un cuerpo. La culpa me observa posada en la rama del árbol que tengo enfrente, el que observó por la ventana. Me sigue observando y el zumbido del viento, no se desquita con ella. La culpa anida en el techo de mi casa, la escuchó me hostiga me persigue, me recuerda que en algún momento el viento me dejara a la intemperie porque así lo quiere. Escucho como se alimenta de las alimañas que viven en el techo de mi casa. ¿mi casa? El viento no se siente fuera, se siente dentro llenándome de polvo, me acostumbré al miedo. mi casa no tiene cerraduras sin embargo, me siento preso. El ave canta con la melodía del silencio, no la soporto no la aguanto no la quiero.

DESGARRO.

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Sobre el lienzo se escucha el roce de los otros, deleite de la carne con la carne. La lucha constante de personalidades desacabadas brotan como manos de la tierra. Mezquinas cuerdas que ciegan la mirada caminante, de los buscadores de un oasis corporal. Sobre partículas de piedra maltratada, el tiempo hace su mejor trabajo dejando enterrada por el viento, la codicia de aquellos que no saben. Kilómetros de polvo se acumulan, sobre las pisadas de los que buscan trazar un camino que agriete la arena. Sin embargo, un serpenteo reptiliano sucumbe a la compulsiva idea de seguir mintiendo y sonreír. No llueve, el hombre no brota del barro, se reinventa en autopartes recicladas del desierto, olvidada por la carroña que merodea la arena.

SALMUERA.

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La lejanía del mar me invita ahogar los gritos, salitre que queman las lenguas arrastradas en la arena. Espuma blanca que choca sobre cuerpos envenenados, sirenas que se alejan de las historias hombres que contemplan la tierra moribunda sobre un horizonte de agua que confunde. Profundo titán que intimida en la gama de los azules... Profundo titán que acumula las lágrimas de la tierra herida... Navíos trazadores de rutas, olvidan los maltratos de tierra firme grito de un capitán perezoso. Todos deciden morir en las profundidades de una garganta sin lengua. Cuerpos. Orilla. Tierra... El olor a podrido llama a los otros a querer hacer lo mismo riendo junto al dios del mar, el que más te guste pensar. Las algas chismorrean en la orilla, enredando los buenos actos que alimentan a las aves, clavándose sobre un espejo de agua que traiciona. El sol no dice nada y la arena acumula cuerpos. Inmensidad de lágrimas... Inmensidad de muertos… En las profundid