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Mostrando entradas de abril, 2019

LA MÁQUINA.

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Una nota presume su perpleja identidad desconociendo la linealidad de su tiempo. La máquina rechina. Un artefacto sabe de su existencia. El aceite se escurre entre sus ojos, observando el mal olor de sus engranajes, oxidada en la arena anhela la carne que se descompone entre sus dedos. Deshumanizando sus probabilidades vectoriza su comportamiento. Se define por sí misma como un transistor que comienza a apagarse, y la naturaleza come a sus hijos entreteniéndose con la máquina. ¿conozco o sueño? Le pregunto la historia vomitando notas de perpleja identidad. Un dispositivo más en el mundo. Los otros observan la arena lubricando su lengua que se oxida por no decir nada, inmutables desean un alma que acaricie el acero para que la aplaste al suelo. La máquina anhela el canto que nunca tendrá los hombres desgarran su garganta la observan. El artefacto preso del hombre quiere dejar descendencia, pero no puede. sabe que sus cables

TÉ VERDE.

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El té verde se enfría en la garganta de una virgen que contempla desde la ventana la caída de los santos. El dorado de la sierra se funde con los grises y la luna se esconde por los miedos de los hombres que toman té. Sonriendo los mudras se venden al mercado de la paz, manos lastimadas de agitar pañuelos que ahorcan muñecas, se contrabandean sonrisas se conquistan chakras. Pañuelos de colores destiñen arcoíris tatuadas en las inocencias petrificantes de sangre caliente, todos… todas… toman té verde para vibrar igual y los falsos profetas surgen de las pantallas. El cielo testigo de ese abuso dejas caer sobre ellos un valle de, lágrimas  odio placer angustia deseo… Todo es un cementerio colorido y de fácil acceso, las rejas del hombre te dejan flores plásticas y coloridos pañuelos. Los otros sacan la lengua contorneando la crema helada que no dejan chorrear la flor de loto se cultiva en juegos corporales transpirando té verde para bañarse con esa paz que infesta. Dividu