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Mostrando entradas de febrero, 2018

SEGADA

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Sembrando muertos el tiempo me dio cuarenta azotes menos uno. Mis pies surcan la nostalgia y consumido bajo el sol canto historias. Cuarenta azotes menos uno me dio la vida para que el llanto de mis experiencias nutriera almas muertas sembradas en verano. Reverdecen almas en el campo los otros con guadañas en sus manos entretejen sus cabellos esperando a que maduren, agrietando la tierra que emana vapores de muertos que no prendieron. Cuarenta azotes menos uno me da la angustia de familias que me culpan por mal sembrar muertos. Camino por interminables campos sembrando muertos fertilizados con culpa para una buena queja. Cuarenta azotes menos uno me da la vergüenza. por no haber detenido a tiempo la saprofita vida que lo consume todo. Los otros escuchan a la tentación venir, me observan Tienen miedo… A paso firme la escucho gritar marchitando todo a su paso. Espero cuarenta azotes menos uno de un látigo con bocas, lenguas, dientes cariados Detrás el silencio cura mis heridas que

LA CARNADA

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La carne sabe de su historia y se desangra en la orilla de algo. Los gusanos huelen el temor y el pavor de la muerte abre el camino a las alimañas, farolas bien blancas marcan una senda que la carne no percibe como propia y sucumbe a las trampas del tiempo. La carne no tiene ojos solo siente un contacto ausente que la hace supurar farolas de luz blanca. Los otros escondidos en la luz borran con mutiladas manos las hojas de los libros tus libros... Detenida en la orilla de algo la muerte se quita la ropa manoseando almas. En indómita quietud se tiñe de hambre y sufre. Las alimañas acechan el instante y marcan el ritmo fúnebre de lo existido, la carne lo sabe, pero solo contempla las mutiladas manos de los otros que borran libros sobre farolas de luz blanca. El corazón late pesado en el mazacote de carne que observa a la muerte buscar un camino. La carne no tiene ojos, pero sabe lo que se viene. las farolas se apagan sobre los ojos de los otros que enceguecen el silencio y s